Pero sobre todo, me pesaba la soledad

El aire frío de la calle me devolvió a la realidad. Ahí estaba yo, totalmente pedo, haciendo el ridículo delante de él y la  puta gilipollas de las narices.

Balbuceé unas palabras de disculpa y me marché al metro. Había algunos mendigos durmiendo tapados con mantas y cartones. No sé por qué me sentí cerca de ellos, solidaria con su desamparo, porque también lo sentía yo. Mi familia, los amigos, el instituto, y él flotaban lejos de mi. Notaba como mi alma se alejaba lentamente dejándome huérfana. Intenté atraparla y obligarla a volver a mi vida de siempre. En realidad nunca me había parado a pensar en cómo era mi vida, por eso no me preocupaba. En cambio ahora... macho, es como tener un cuerpo prestado en el que apenas me reconozco. Como tampoco reconozco mi voz, que a veces le da por ser 'de pito' como suelta unos gallos que no veas. Y encima mi mente me recuerda constantemente que allí está ella y que a ver si la utilizo de vez en cuando, porque una mente es para pensar,para poner en orden las ideas. Pero yo no tengo ideas, así que no puedo ordenarlas. Por eso intento tenerla entretenida para que no me dé el coñazo, un poco de música, tuenti, el blog... Pero ella venga a hurgar, que si algo tendrás que hacer, que si vaya cacao que tienes, que si piensas seguir siempre igual... ¡SOCORRO, sálvese quien pueda! 

Ostras, esta es mi estación, casi me la paso.